NO CONSIENTA EL ROYAL QUE EL PAISAJE LO DOMEÑE COMO FIGURILLA, SINO DESÁTESE Y ACOMÓDELO A SU REAL POTESTAD COMO TORTA DE MANTECA QUE SE HACE DE MÁS BIZCOCHUELO QUE MIGA. Una de las más intrincadas cuestiones de algunas cátedras de Paisaje que se crearon a finales del siglo XIX, era discernir si el paisaje pintado con figuras sirve a las figurillas incluidas en la composición o si son estas las que sirven al ideal paisajístico. Interesante cuestión que no podemos abordar aquí por las limitaciones obvias, pero que nos sirve para analizar las imágenes que presentamos a nuestra fiel y disciplinada audiencia. La pintura de paisaje, como género, ha sido desde el siglo XVI, con las obras de Tiziano Vecellio, la gran adelantada de la pintura moderna por su atención a la atmósfera del natural y, sobre todo, a su color. Fue el venecianismo paisajístico el que influyó en las postreras generaciones de artistas pictóricos, como es cierto que la pintura veneciana constituye uno de los pilares de la cultura artística occidental. El paisaje como fondo o el paisaje como tema, el paisaje como sujeto o el paisaje como objeto, bien podía admitir toda suerte de figuras, como gentecilla, animales en rebaño o temas alusivos como un sitio lacustre e incluso personajes mitológicos. Por ejemplo: un Claudio de Lorena o el cabeza de la escuela clasicista francesa Nicolás Poussin describen, a través del recurso al paisaje con figuras, la soledad del hombre en los silencios del campo frente a la sublime grandiosidad de la naturaleza. Dicho lo anterior podemos ya analizar la videola que hoy publica nuestro egregio channel. Contemplamos una escena, que es todo un retrato paisajístico con figuras del camarote de audiencias del cortijo palaciego de La Zarzuela, en Madrid. Ofrecemos unos primeros y medios planos, tanto del funcionario royal Felipe El Preparao como de su nuevo jefe, el presidente del Gobierno de España, Pedro Pérez Sánchez Castejón. Si el paisaje con figuras domina a las figurillas o si son estas las que domiman al entorno, deberá ser el apasionado channelista quien decida con su propio criterio lo que, en realidad es, o lo que debiera ser.